jueves, 23 de julio de 2009

¡Yo no los entiendo!


     

Mi viejo y vapuleado Falcon avanzaba entre los posos del camino polvoriento. Un polvo rojo que se filtraba por las hendijas adhiriéndose férreamente a cuanto objeto se encontraba adentro.
Me castigaba implacablemente el sol del mediodía, como si supiera que yo era un extranjero. En diez minutos más accedería a la ruta pavimentada y en otros diez minutos a la frontera. Me retiraba de un país vecino de donde me traía grandes experiencias. De pronto vi. el boliche a la vera del camino y casi automáticamente giré a mi derecha. Necesitaba un trago frío.
Entré saludando a los paisanos desde la puerta, tratando de imitar la parsimonia de los hombres de esa tierra. Ya en el mostrador pedí una cerveza y antes de terminar el primer vaso tuve a mi alrededor a varios hombres intentando tal vez averiguar que hacía ese bicho en su tierra.
-¿Argentino? - preguntó el más audaz.
-Argentino, amigo - respondí - permítame invitarlo en su tierra.
Pronto extendí mi invitación y se estableció un intercambio de intrascendencias con la totalidad de los presentes, que no pasaban la media docena.
El que había iniciado la relación de pronto dijo:
-A los argentinos yo no los entiendo- Y se quedó esperando una reacción que podía ocasionar un apretón de manos o una pelea, para lo cual aparentemente el estaba dispuesto.
-Hable amigo-respondí- Se escuchar las verdades de otro, con respeto.
Mi respuesta lo distendió y largó el rollo:
-A los argentinos les molesta la oligarquía nacional aunque esta invierta en su patria, pero aceptan de buen grado a la oligarquía extranjera que los explota y se lleva la plata afuera-
Hizo una pausa, y continuó, ante mi tacita aprobación ya que no ofrecí respuesta.
- Despotrica contra los ricos de siempre, pero aplaude a los nuevos ricos aunque estos hayan conseguido su fortuna mediante el robo o el contubernio.
Miré al paisano, que no lo era tanto y me di cuenta que de allí -si me iba- me llevaba la última experiencia.
- Se sonríe socarronamente cuando ve a un gaucho vestido con el ropaje que es la esencia de su tierra, pero acepta sin mayor disgusto que sus hijos se vistan y actúen como los negros norteamericanos, que son la imagen de una cultura extraña y ajena.
Y continuó ya despachado y ante la probación de todos los presentes:
-Catalogan de estúpido y desprecian al hombre trabajador y honesto que en el ocaso de su vida aún sufre carencias, mientras aplauden a los ladrones que hacen obscena exhibición de una fortuna lograda en forma indecente.
- Ignoraron hasta la muerte y aún después de ella, a un hombre como Rene Favaloro que representaba el trabajo, la inteligencia y la decencia, mientras se arrastran miserablemente detrás de hombres que representan el éxito fortuito o mal habido sin mayor cabeza.
- Reniegan de los gobiernos militares, mientras aceptan de las llamadas democracias, hambre, inseguridad, falta de trabajo, de justicia y de educación, cuando no situaciones vulgares y hasta siniestras.
- Si están en contra de las oligarquías, ¿porque aceptan sistemas liberales en vez de ser socialistas?
En fin amigo, usted discúlpeme pero a los argentinos YO NO LOS ENTIENDO.
Y remató: ¿Usted me puede decir que son los argentinos?
Era la mañana de un 9 de Julio más, me coloqué en la solapa la escarapela que había olvidado en un bolsillo, apuré mi último trago, lo miré a los ojos y dije:
- Necios, amigo, necios- Pero no todos. Y estrechando las manos de cada uno de los paisanos de ese sufrido país, a cuyo dolor los argentinos también habíamos contribuido, proseguí mi camino.
Media hora después y ya transitando rutas argentinas, mi mirada vagaba por los interminables campos sembrados y de pastoreo - nuestra principal riqueza - mientras en mi cabeza resonaban reiteradamente las palabras del paisano vecino:
-A los argentinos, YO NO LOS ENTIENDO.

Pedro Lapido Estran
Escritor y poeta Argentino
Director/Web Master de www.elarcadeple.com o www.pedrolapidoestran.com

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